Como era de esperar, antes que cualquier palabra escapara, la contuve, la dejé subir lentamente hasta que suavizara mis dedos, la acurruqué entre mis labios y brazos, deleitarla no era facil, comprender como comenzar a hablarle, cada día era un desafio... quizás, nunca pensamos llegar hasta donde estabamos, aquel día comprendí que ya era hora de continuar, mis dedos no aguantaban más, mis hombros se confundieron, cuando al fin, decidi tocarla...lenta y suavemente, sin ninguna otra excusa que escucharla hablarme... era mi turno, ¿qué le diría? en más de alguna ocación me lo pregunté, y de seguro más de una estupidez le dije...como era de esperar, nuevamente quedé perplejo... quizás sea mejor sólo escucharla a ella, pensé...finalmente, dejó de hablarme... la tome por el cuello... y como era costumbre, la lleve a su hogar sin ninguna pregunta, sólo un siencio abrumador... la dejé junto mi escritorio y bajo su funda escondiendo su voz en seis cuerdas...