
Nunca ha resultado fácil escribir una carta, jamás le escribí alguna, quizás… ya es hora de hacerlo.
Han pasado muchos años desde que le conozco, es curioso, no recuerdo el momento en que nos presentaron, supongo que siempre estuvo ahí… siempre estuvo ahí.
“Un mostrador de madera alargado, un alto estante con gran cantidad de pequeños compartimientos y objetos, una pesa antigua, un pasadizo que cruza hacia un salón levemente oscuro… un tazón de te… y una sonrisa…”
No sólo crecimos mientras nos miraba, sino también aprendimos de su humildad y perseverancia, nuestros primos son hermanos y nuestros padres son de entender, comprender, aprender y amar. No existe un recuerdo de mi vida en Ovalle en que no se encuentre su presencia (es difícil olvidar lo fuerte que presionaba las manos cuando se le saludaba), ni un solo saludo en que no nos regalara una sonrisa.
Gracias, Gracias por todos los años que nos dedicó, como nietos, hijos y amigos. Gracias por amarnos como lo hizo, gracias por dejarnos amarlo como lo hicimos… espero que cuando nos volvamos a ver, pueda observar con orgullo lo que logramos y sonreír nuevamente como cada vez que llegaba a la ciudad, teniendo como destino obligado su local.
Como cada tarde en que nos veíamos me despido, “Nos vemos Don Pocho…”, uno de los grandes vencedores de esta vida sin duda…
Quien siempre le recordará.