
Como era común se hallaba sentado en la misma silla cada tarde, las piernas no parecían existir al momento de posarse finalmente en ella, nunca nadie preguntó que hacia tan especial a dicho objeto, que con solo estar en él lograba apaciguar cualquier problema existente. Cierto día, tras un largo viaje familiar y sin razón aparente decide no sentarse en dicho lugar, esta determinación no fue nombrada, sino que simplemente no lo hizo más. Un día su hijo ya crecido al observar la silla y ver a su padre de pie junto al bar de la casa le pregunta:
- ¿Cuál fue la razón por la cual dejaste de usar esta silla? siempre creí que tenia algún poder mágico en ti...siempre lograba calmarte... ¿Tiene algún problema? si lo deseas yo la arreglo, conozco un carpintero muy bueno...
A lo cual el viejo contesta:
- La silla no tiene ningún problema, de hecho esta en perfectas condiciones
a lo cual responde:
- ¿Entonces? ¿Por qué la has dejado?
Sin dudarlo el viejo avanzó unos pasos más hacia el bar, lo abrió, sacó su mejor botella de whisky, comenzó a servir dos vasos y dijo:
- Los problemas siempre existen hijo, siempre... de hecho la vida esta llena de ellos, algunos más dramáticos que otros, pero están ahí, el punto esta en saber avanzar, siempre avanzar... es lo que da sentido a la vida.
El joven algo anonado por la charla lo interrumpe y pregunta:
- ¿A qué te refieres?.. no comprendo que tiene que ver eso con la silla.
Su progenitor con una pequeña sonrisa y entregándole su vaso de whisky, le dice:
- Cuando seas grande y logres ver a tus hijos caminar por sí solos, te habrás dado cuenta que gratificante resulta ser solamente verla y saber que sigue ahí...
Sin nada más que decir y con una sonrisa en los labios, bebió.